jueves, 16 de junio de 2011

Y digo que soy feliz

Algo me sucede. Me siento tan ahogada con mi vida, que a veces tengo la necesidad de llorar. Pero no lo hago, pues aborrezco llorar, el sentir lástima de mí misma y verme en ese estado miserable que me causa. Y me pregunto, ¿Es que acaso ya no estoy en aquél estado? Siento que mi vida va hacia ningún lado, no tengo rumbo fijo, hago lo que hago con la pretensión de volver a encontrarme, de dejar de sentir esta asquerosa sensación, pero me es imposible.

A veces me odio. Es un asco que siento hacia mi persona, mis actitudes, mi forma de ser. Cambiar no es tan fácil y si lo hago, dejo de ser yo... ¿El yo qué tanto odio? Normalmente me pregunto si la aberración que tanto siento por mí es la que canalizo como propia siendo que vienen de otras personas, de la gente que me detesta en verdad. Son muchos y, en cierta medida, los comprendo. En verdad, siempre me odio.

No sé qué más hacer. Me siento desesperada, es una sensación de apremio que me acompaña todos los días, desde que abro mis ojos a una madrugada de invierno hasta el último minuto de consciencia de la noche. Ni siquiera sé si en verdad deseo morir.

Es el vacío, es la nada de vivir esta existencia. Es nostalgia, lástima, compasión. Tristeza, abandono... ira, remordimiento. Y digo que soy feliz. Creo que por eso me odio.

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